Probablemente no muchos/as/es conocen está historia aunque los que me conocen de cerquita, si.
Del año 1995 al año 2000 estudié derecho. Y a la mitad de la carrera entre a la licenciatura en filosofía, (me aventé dos carreras paralelamente, además de trabajar y andar en el activismo, y de las dos salí con todos los papelitos oficiaes) y qué es gracias a ella a la que ahora ejerzo la docencia, aunque es otra historia.
La cuestión es que entré muy influenciada a estudiar abogacía precisamente por el cine, en particular todas las de investigación, y muy concretamente por la conmoción que me dejó la película Filadelfia.
Además en aquel tiempo, aunque muy desconfiada de las instituciones, las quería conocer desde la entraña.
Al principio, fue una época compleja porque también anhelaba estudiar actuación, y tuve que decidir entre continuar vida teatrera con la compañía de teatro marionetas de la esquina o entrarle de lleno a la carrera.
Siempre me costó trabajo adaptarme a la dinámica de la licenciatura, por un lado por los profesores autoritarios y por otro porque y como algunos compañeros me llamaban, parecía el refresco siempre fuera del envase, dicho esto, porque me sentaba siempre hasta delante en la lateral del salón.
Dentro de esos cinco años atravesé la huelga de la UNAM y por tanto la cárcel un tantito, además de muy intensas disputas ideológicas porque pasé de militar y casi ser diputada en el PRD (esa es otra historia truculenta) a salirme totalmente de la izquierda institucional y empezar con el zapatismo, lo que también me llevó a tener muchos detractores e incluso a demandar a ese partido político por aquel entonces por despido injustificado, también fue la época que trabaje para la preparatoria abierta del estado de Morelos y que por la intención de formar un sindicato y defender nuestros derechos laborales también me volvieron a despedir.
Recuerdo algunos compañeros sobre todo compañeras con cariño y respeto y aunque siempre tuvimos diferencias ideológicas, se mostraban en general cálidos, aunque también tengo presente sentirme muy ajena, desadaptada y solitaria casi la mayor parte de la carrera.
Me dediqué al litigio de manera muy activa de 1995 al año 2004, pero siempre algo me olía mal, tener que llevar refresco, botana, propina, folder con alguna prevenda, y desde los actuarios, los secretarios de acuerdos, las secretarias, y siempre tener cara de condescendencia aunque a una la tratarán mal, incluyendo la etiqueta que tenía por no "usar tacones y la vestimenta apropiada de la profesión".
Recuerdo también esas épocas de la peor crisis económica, primero porque cuando trabajaba como asesora jurídica de un diputado, me pagaban, nomás para el refresco, y ya después de forma independiente, porque el pago de mi salario consistía en un kilo de huevo, en productos Avon, en alguna gallina (que no acepte) o en $500 muy de vez en cuando, porque no más no sé me dio en la vida, además de tomar la decisión de no entrarle a la corrupción, o andar cobrando nada más por respirar dentro de un juicio.
Trabajaba con la entrañable compañera Laura, la cual no había estudiado la carrera, pero tenía muchísima más experiencia que yo, llevábamos casos en un 95% a mujeres y la mayoría eran asuntos del orden civil, pensiones alimenticias, patrias potestades divorcios, etcétera. Esos fueron mis inicios con los feminismos, y aún muy ingenua me movía dentro de los caminos del feminismo de la igualdad. Eso sí, cuando iba a las comunidades en Chiapas también le entraba un poquito a los caminos laborales y penales.
En el año 2003 y por una historia que tal vez en algún otro momento cuente,
decidí dejar de ejercer la abogacía.
Extraño que me feliciten por ser una abogada que intentó ser feminista y chida en todos sus casos. Extraño los rostros de las personas emocionadas cuándo ganábamos un caso, y de esas guarapetas que me ponía.
Lo que en ese momento decía y sigo insistiendo con fuerza, es qué es siempre haya tan poquitos pero tan poquitos abogado/as, comprometidos con la profesión, de manera personal solo conozco a seis personas, dos de ellas ni siquiera de forma personal, sino por su activismo en redes.
Por favor si conocen abogadas feministas y abogados éticos, felicitenlos mucho, pero sí no, también a los que conozcan, exijanles, probidad, responsabilidad y ética en sus acciones.
Por abogadas y abogados que defiendan las causas justas. Felicidades
