Y sí, se llama indignación, rabia,
impotencia, se llama horror.
¿Qué escribir para proponer
consuelo a la madre de la compa enfermera Ericka de Michoacán, de Liliana del
Estado de México de las miles ya de desaparecidas en esta fosa común que aún se
atreven a llamar patria?
Ayer los padres, las madres de nuestros
compañeros de Ayotzi hablaban de buscar y seguir buscando –otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra
vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez- a sus hijos
desaparecidos…
Ayer –otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra
vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez- las calles se inundaban
para exigir justicia, la renuncia de Peña Nieto (que aunque simbólica, de fondo
no soluciona nada) y tantos miles de etcéteras que no caben en nuestras consignas.
Necesitamos una, dos, tres más de cien mil palestras no
sólo para los 43, sino para todas las denuncias contra las desapariciones,
secuestros, asesinatos de mujeres, de niñas… ¿Cuántas veces el país se ha
paralizado por ello?
Pienso en el señor que ayer hacia muecas mientras su
coche no podía avanzar entre la marcha y en la señora que se metía rápido al “Samborns”
para que su hija no le doliera la cabeza con tanta gente y al pensarlos, miro a
los políticxs de cualquier partido o jerarquía, miro a una parte de la sociedad
que piden que se restablezca el “Estado de Derecho” y apoyan la nueva ley
anti-marchas, miro la indiferencia y el paso largo que no sonríe, y también miro
a quienes criminalizan y señalan con furia a lxs que se cubren el rostro y dicen
–de un lado y del otro- que hay una “única manera de hacer las cosas”...
Pero, también miro a muchxs manifestantes que siguen
gritando ante la imagen de esxs señores de la política del mastream: “que
chingen su madre” “puta de cabaret” “prostituta” “puto” y se enorgullecen de
una verborrea sin análisis, plagada de patriarcado, plagado de un Estado
inserto en las venas, en las palabras. Y sí entiendo nuestro hastío y
desesperación… ¿pero ellxs entienden que a las mujeres, disidentes del sexo y
el género también nos están matando? ¿Las luchas son iguales o hay unas más
iguales que las otras?
¿Y si –otra vez-–otra
vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez- las calles no son suficientes, ni los
gritos, ni las denuncias? Y no hablo de desesperanza ni de conformismo.
Hablo de buscarnos y de encontrarnos, de reflexionar en
conjunto, de discusiones de paso a pasito que nos lleven a las acciones
concretas, grandes y/o chiquitas pero movilidad en la acción. Hablo del
encuentro abierto entre personas, de la formación de redes de apoyo, de
colectivizar la auto-defensa, de entender con claridad que no se trata
solamente de una marcha, pancarta, hasgtag, hablo de salir de coyunturas y no
esperar nuevos pater-mater-nalismos, de una conciencia crítica y auto critica
que como manada y después como diáspora, nos permita escucharnos y caminarnos.
No tiene que ser por la misma vereda o pretensión, pero sí con los ojos
abiertos que nos permita el reconocimiento, el acompañamiento.
Hablo de cuestionar incluso la propia condición humana
que pareciera nos “sujeta” a sus dinámicas de poder, egoísmo, y a veces en
extenso a no mirar ya siquiera el rostrx del otrx.
Y ya no hablo, sino pienso… salgo a la calle y de muchas
formas quiero reconocerme en el otrx, actuar deconstruyendo-me, romper para
retomar y recuperar… transgredir.
Se llamaba indignación, rabia, impotencia,
se llama horror.
Quiero ahora nombrarlo digna rabia y una alegría que
ahora son lágrimas que –otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez-–otra
vez-–otra vez-–otra vez-–otra vez- buscan organizarse.
¿Qué propones?
#TodxsSomosErikaCassandraBravoCaro
Diana Marina Neri Arriaga
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