sábado, 8 de agosto de 2009

Quién decide en mi cuerpo? Cómo se vive el derecho a la interrupción legal del embarazo en el DF*


Quién decide en mi cuerpo? Cómo se vive el derecho a la interrupción legal del embarazo en el DF*
Ana Amuchástegui, Edith Flores y Rodrigo Parrini

Mujeres protestan para frenar legislaciones regresivas
México DF, agosto 07 de 2009.
Ana Amuchástegui, Edith Flores y Rodrigo Parrini1
Desde que fue declarada la constitucionalidad del aborto en el DF, el avance de la derecha contra el derecho a decidir ha sido implacable. Trece estados del país consideran al embrión como sujeto de derecho. El siguiente artículo muestra, en voz de las propias mujeres, los beneficios que la interrupción legal del embarazo trajo a las capitalinas.
“Ahorita vi a una chica que estaba llorando, pero si hubiesen pasado por un aborto clandestino no estarían llorando. No saben por lo que están pasando, ¡están en la gloria! Está muy mal que quieran echar para atrás esta propuesta –la interrupción lega del embarazo- porque si todas las mujeres tuvieran que pasar por un proceso ilegal… Es horrible porque muchas veces vas con el amigo del amigo, no sabes ni a qué te atienes. Está muy mal que lo quieran echar atrás porque venir al hospital a lo mejor es tedioso por el papeleo, pero vienes con la seguridad de que si te pasa algo te internan, te ponen sangre, nada se compara con la tranquilidad que da venir aquí.”
Así se expresa Rebeca, madre de tres hijos, quien a principios de 2008 acudió a un hospital público a interrumpir un embarazo que ni ella ni su esposo planeaban o deseaban. Después de conversar con su pareja decidió que no era un buen momento para tener un bebé, pues no contaban con las posibilidades para mantenerlo y atenderlo como querrían. Rebeca fue una de las 23 mil 233 mujeres que hasta abril de 2009 optaron, por primera vez en la historia del país, por un aborto legal sin requerir de un peritaje o juicio.
En abril de 2007, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) aprobó la ley que despenaliza el aborto hasta la semana 12 de gestación. Más de un año después, en una discusión histórica para el avance de los derechos de las mujeres en México, la Suprema Corte de Justicia determinó que tales reformas son constitucionales.
¿Cómo han vivido las mujeres la experiencia de interrumpir su embarazo de manera legal? ¿Qué efectos subjetivos tiene la legalización del aborto en cuanto al reconocimiento de las mujeres como sujetos de derechos?2
Para explorar estas interrogantes, durante 2008 entrevistamos a doce mujeres que acudieron por una interrupción legal del embarazo (ILE) a hospitales públicos del Gobierno del DF.3 En sus relatos, la maternidad se presenta como algo que no se puede cuestionar, tanto que no parece posible enunciar simplemente el deseo de no ser madres. Ya fuera por los hijos que ya tenían o por los que tendrían en el futuro, la decisión de interrumpir se tomó precisamente para ser mejores madres. Se ponderó así la vida real de los hijos contra la vida potencial del embarazo, la relación actual versus la relación futura y posible. El caso de Margarita (18 años), una madre de dos niños pequeños, ilustra esta situación:
“Me preocupo mucho y a veces yo quisiera tener un niño pero me preocupan mucho ellos –sus hijos-, que van a estar descuidados o que ya no los voy a atender igual, ya con otro pues es más difícil y ahora, como le digo, no hay suficiente dinero como para mantener a tres.”
A decir de las mujeres, la seguridad física y legal es el primer efecto benéfico de la despenalización, pues todas conocían –por experiencia propia o de otras mujeres–, las consecuencias del carácter clandestino del aborto, especialmente si no pudieron pagar servicios médicos seguros. Daños corporales, esterilidad e inclusive muerte eran los riesgos más mencionados, además de la dificultad para encontrar proveedores calificados y la angustia por el avance del embarazo, la soledad y el estigma. Además de temer consecuencias legales, relatan abusos económicos y maltrato psicológico. Sabina, (21 años y madre de un hijo) recuerda su experiencia de un aborto ilegal previo:
“Fue horrible porque me sentía sola, sin poderle contar a mi papá, a mi mamá, a nadie. Mi suegra buscó un doctor que consiguió a otro que lo hiciera. Fue muy difícil por tener que estarte ocultando, ocultar tus síntomas, tu malestar emocional y aparte no conocer al doctor, ni a dónde vas a parar. Muy estresante, aparte alguien tiene que hacerse cargo de ti legalmente para que ellos no tengan problema.”
María (25 años, soltera y sin hijos) también compara su experiencia anterior de un aborto ilegal con la posibilidad de ser atendida en un hospital público:
“Si ahora es legal y te lo van a hacer en un hospital te da más confianza, aquí ya son doctores, aquí es más seguro. No creo que ellos pongan en riesgo tu vida por hacer algo mal. Aquí te van a tener en observación y cualquier cosa que se complique aquí mismo la tienen que solucionar.”
Mujeres, titulares de derechos
Es visible aquí otra consecuencia psicosocial de la reforma: mientras que la ilegalidad permite la inseguridad y el riesgo –además de la impunidad de los prestadores–, el carácter público de las instituciones de salud permite adjudicarles responsabilidad sobre el procedimiento y la posibilidad de exigir restitución en caso de daño. Esto no sólo promueve que las mujeres se reconozcan como titulares de derechos, sino que producen un efecto de confianza en la calidad del servicio.
Por otro lado, antes de la despenalización, las mujeres que consideraban el aborto como un pecado sabían que además era un delito, de modo que los ámbitos legal y moral aparecían como una sola norma. A partir de la reforma las mujeres reservan sus reflexiones éticas para su propia conciencia, al tiempo que muchas reconocen que la prestación del servicio es un derecho y lo ejercen como tal. Sabina (21 años y madre de un hijo) señala:

“Antes me sentía mucho peor porque era algo que decías ‘es ilegal’, por algo lo es, ¿no? Por algo es ilegal y yo estoy haciendo algo ilegal. Es más la culpa. En cambio ahorita sí hay culpa porque como sea viene de ti –el embarazo–, pero ya no es tanta como se sentía antes.”
Liz (soltera, 21 años) enfatiza que la reforma permite una decisión individual y que, además, no impone el aborto a ninguna mujer que no lo solicite:
“Esto de que sea legal es una buena opción, porque cada mujer puede tomar su decisión, no depende de nadie, ni de tus papás, ni de tus amigos ni de tu novio, depende de uno mismo. Y más que nada que es legal ya no te tienes que estar escondiendo, corriendo peligro, porque cuando no era legal había mucho más riesgos, mucho más muerte.”Así, la legalización es interpretada por las mujeres como un respaldo y legitimación social a su derecho a decidir sobre su reproducción, de modo que facilita las condiciones para su autonomía y autodeterminación. En este sentido, la ILE parece abonar a un incipiente sentido de ciudadanía. Es por ello que la implementación de la ley conlleva condiciones para posibles redefiniciones de la maternidad, la identidad femenina, la relación con el cuerpo y la apropiación y ejercicio de los derechos reproductivos.
Sin embargo, el reconocimiento de las mujeres como titulares de derecho no sucede automáticamente. Para algunas, la experiencia de la legalidad es una especie de concesión del gobierno, de modo que la ILE se interpreta como un apoyo del Estado, pero no necesariamente como un derecho. La conclusión de Isabel (47 años, madre y abuela) es una muestra de ello:
“Si no hubiera sido legal peor me hubiera sentido, porque si no ¡Imagínese! ¿Qué hubiera hecho yo sin dinero? En estos centros de salud que hay buenos médicos y la atienden a uno bien y todo… ¿Cuántas cosas no hay por fuera? ¿Cuántas mujeres se quedan ahí muertas o se desangran? Entonces la verdad me dolió como ser humano, como persona y todo, pero gracias a ustedes o a todo el gobierno y todo que nos han apoyado, así es.”
Esta distancia entre la práctica y el reconocimiento de sí como titulares de derecho está anclada en las condiciones históricas y biográficas de subordinación que caracterizan la situación de la mayoría de las mujeres en México. En realidad, los derechos reproductivos sólo se realizan plenamente si los sujetos cuentan con las condiciones de posibilidad para ejercerlos.
Si bien el cambio legal no elimina por sí mismo la pobreza, la dependencia económica y la subordinación de las mujeres –mismas que deben ser remediadas por otras acciones dela sociedad y el Estado–, es una condición imprescindible para que las mujeres mexicanas puedan decidir libremente.
1 Ana Amuchástegui y Rodrigo Parrini, Depto. de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana–Xochimilco. Edith Flores es Dra. en Psicología.2 Agradecemos a la Secretaría de Salud del Gobierno del Distrito Federal su apoyo para realizar esta investigación, así como a las mujeres que nos relataron su historia y al personal médico que colaboró con nosotros.3 Este artículo es producto de la investigación ‘Procesos Subjetivos de Ciudadanía: Sexualidad y Derechos Humanos’, Universidad Autónoma Metropolitana- ochimilco/Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), apoyada por la Fundación Ford.


*Publicado en la edición 157 del Suplemento Letra S del jueves 6 de agosto de 2009

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