El amor es contra revolucionario.
Lo hemos vuelto una metafísica que "parece" dulcemente querer estar en todo. Le hemos colocado entidad propia, y desde ahí, incendia, ilusiona, edifica esperanzas. Una vez envueltos en la magia de sus discursos, se juega en la ambivalencia de ofrecer y quitar certezas.
Es como colocar un piso lustroso que te invita a bailar y donde al mismo tiempo, te resbalas. Te involucra en un juego de poder donde muestra a las/los amantes en el esplendor de sus vicios culturales: patriarcado le llaman, y te vende con mucho éxito (por lo menos en un rato) respuestas fáciles de inflamación corporal y promesa de mañana.
Si pensamos más allá del amor, si revisamos más allá de su envoltorio, nos damos cuenta que las afectaciones en las relaciones humanas son ¡uf! tremendamente más complejas.
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