Yo soy fea, gorda y peluda. Y lo digo, no desde la falta de
autoestima o problemas de identidad, sino desde la reivindicación de otras
categorías estéticas. Ya mucho se hablan de los cánones de belleza impuesto, y
del modo que cada una/o de nosotras se acomoda, aspira o desecha tales cánones.
Como dice Nietzsche “lo feo como señal de agotamiento, de pesadez, senilidad,
fatiga, falta de libertad” y por supuesto desde ahí, nadie quisiera ser visto
como una persona fea, que además es síntoma de imperfección y desequilibrio,
precisamente como antagonismo de la belleza (además siendo éste un ideal metafísico).
Por ello hablo desde la imperfección. Tengo 42 años y mi
piel (aunque coma muy sano y rico sin dañar compas animales) ya no responde
igual. Tengo estrías y un poco de celulitis, mi senos no son lozanos (que tanto
importa a los estereotipos) ni mi cara totalmente equilibrada (mi ojo izquierdo
es a veces vacacionista), nunca fui delgada y “tener pancita” no es un hit en
un mundo gordofóbico o lipofóbico.
La fealdad ha sido siempre una categoría de la que nos
enseñaron había que huir (sobre todo si somos mujeres), pero la fealdad tiene
una paradoja que a mi me encanta: lo feo es lo anormal, es lo raro, lo abyecto,
lo grotesco. ¿y cual es el problema con ello? Estoy consiente y alegremente
comparto que no soy normal y me encanta la rareza. Soy muy seguidora de
experimentar con todo lo que éticamente sea posible.
Como persona la fealdad es una reivindicación, que además le
da a mi personalidad un toque de diferencia que me sienta bien. Lo importante
entonces, es la reconciliación y autocuidado que cada una de nosotras nos
demos. El regalo de saber vivir con nuestra cuerpa.
Y sí, también soy peluda, y mis axilas rojas lo saben.
Jejeej 😊
Saludos
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