martes, 10 de diciembre de 2019

Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019)

Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019) es la historia de muchísimas personas que acá fuera se viven los caminos de la monogamia y la heterosexualidad (léanse ambos como dispositivos hegemónicos de poder) y que aún cuando haya amor (o esa intensa mezcla de afectos de los que poco se reflexionan, pero sí mucho se desbordan) no se pueden armar las piezas, no terminan de encajar, aun cuando ambos intentan desde sus modos sociales “estar” para/con el otro/ la otra, pero que otra vez… el amor nunca es suficiente.
Ella y él, se “hechizan”, se enamoran, y de pronto… motor consecuente de esa volcadura, están casados y ya están embarazados. ¿y sus carreras? ¿y sus proyectos? ¿y sus individualidades? Cada uno a su modo en tiempo y circunstancia (por cierto, magistral en sus actuaciones) reprocha que “dejó” lo que anhelaba, lo que le hubiese gustado vivir, por el otro, por la otra. Y el intermediario del sacrificio, el pegamento “necesario”, es el amor.

Viene después la zona de confort, los roles sociales establecidos. Él se cada vez más exitoso, ella, cada vez más su costilla. Ambos se aman, y en la primera escena de la película son muy claros (en su introspección) en reconocer sus potencialidades, la escena final, pletórica de cariño es devastadora para el espectador/a (bueno, lo fue para mí).

Y sí, la película es precisamente la historia de la cotidianidad de una pareja que cuando dice adiós y se conjuga el rencor (ella) y la falta de interés de avanzar en el camino (él) le dejan la puerta para que intervenga el mundo jurídico que es rapiñamente voraz. ¡Wow! Que icónica escena de los abogados de ambos, retomando hasta el mínimo detalle para herir, para demostrar lo que es absurdo demostrar (de acuerdo a la lógica narrativa), para dar la estocada que los hunda cada vez más en el desencanto de que no hay mañana posible.

Aquí me detengo para compatirles el monologo de Nora Fanshaw ( Laura Dern), cuando preparan los detalles de la audiencia con Nicole (Scarlett Johansson) y apela con claridad:

“Te voy a parar ahí. La gente no tolera a las madres que beben y le dicen a su hijo ‘cabroncete’. Lo entiendo, yo soy igual. Un padre imperfecto es aceptable. El concepto de buen padre solo se inventó hace unos 30 años. Antes era normal que los padres fuesen callados, ausentes, poco fiables y egoístas. Claro que queremos que no sean así, pero en el fondo los aceptamos. Nos gustan por sus imperfecciones, pero la gente no tolera eso mismo en las madres. Es inaceptable a nivel estructural y espiritual. Porque la base de nuestra patraña judeocristiana es María, la madre de Jesús, que es perfecta. Es una virgen que da a luz, apoya incondicionalmente a su hijo y sostiene su cadáver al morir. El padre no aparece. Ni para echar un polvo. Dios está en el cielo. Dios es el padre y Dios no se presentó. Tú tienes que ser perfecta, pero Charlie puede ser un puto desastre. A ti siempre te pondrán el listón más alto. Es una jodienda pero es lo que hay”.

¡Carajo! ¿Más ejemplos para entender los roles sociales que la heterosexualidad patriarcal nos ha impuesto? Porque además Charlie (Adam Driver) es un buen tipo, una persona noble y considerada y sí, el clásico masculino que ha sido formado para comunicarse poco desde sus emociones (sí aunque sea actor, y sí aunque llore mucho), pero que responde muy bien a nivel familiar como proveedor y hombre sólido.

Ella, intensa, talentosa y desorganizada, madre comprometida y que hace (lo que muchas mujeres para tomar las riendas autónomas de su vida) divorciarse. Se da cuenta que es posible buscar más allá de ese lugar llamado matrimonio que “funciona” para organizar e institucionalizar nuestros afectos, y que es posible saberse autónoma, valiosa, reconocida, desde su propia construcción.

Un divorcio ante un hombre que no entiende nada. (Imagino en la sala o frente a su pantalla en Netflix cuantos no se quedaron estupefactos) porque, precisamente en la zona de confort que se estaciono para vivir, Charlie piensa que lo hizo bien, con lo que se supone se debe vivir bien, y que ahora le corresponde si así lo decide desaprender, y dar cuenta de que no se trata de un problema de incompatibilidad de pareja (aunque también lo sea) sino de todo un sistema que nos domestica en el amor y el modo de “realizarlo”, cuando el problema es más profundo, más complejo, y por supuesto más desgarrador.

Respeto muchísimo que el director de Historia de un matrimonio (Noah Baumbach que de algún modo toma un trozo de su propia historia de separación) no hace juegos maniqueos, ni cae en melodramas o autocomplacencias. No hay moralejas o ilusiones, sino un espejo social que duele mucho para todas las personas que hemos buscado no ser otro/a más, que lloré por amor.
Por favor, ve la película, (yo he llorado bastante) platica y reflexiona en colectivo, que lo que ahí pasa, a los adultos de hoy nos pasa, es también parte de las soledades e incomprensiones de todo un reacomodo político de la complejidad humana.

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